Se van. Lo veo claro. Veo como se alejan paso a paso del camino, como ha llegado la curva en la que el miedo ha podido con ellos. Solían elegir el mismo destino que yo, por acompañarme al mismo paso, pero eso ha acabado. Ahora buscamos sitios diferentes, a diferentes velocidades. Los años no acaban con los mismos que empezaron, siempre faltan o sobran personas a nuestro lado. Pensé que ellos eran pilares para mí, que si se iban me hundía. Pero no, sigo en pie, incluso mi sonrisa lo hace. Nos aferramos tanto a alguien que el miedo nos hace sentir débiles, pero cuando acaba es cuando nos damos cuenta de que realmente seguimos siendo nosotros. La misma persona que eramos antes de que aparecieran, que seguimos rodeándonos de gente cambiante, de que nosotros mismos somos los únicos que seguimos aquí. Es entonces el momento de las despedidas, de las que es mejor dejar en un 'buena suerte', porque ellos a pesar de todo, no se merecen menos. Yo no soy de las que cierran la puerta, soy de las que no va a echar de menos a nadie que haya decidido irse. Aunque si algo he aprendido es que es mejor no gastar más tiempo en quién no lo necesita. Es mucho mejor emplearlo en quien ha permanecido a pesar de los malos gestos, las malas palabras. Esos que 'aguantan mis malos humores, y encima de todo se callan'. Las personas que han hecho de 2013 un año increíble, esas si que merecen la pena. Y es que si yo no lo cambio por nada, si sigo siendo quién era, es por quien me ha demostrado que la amistad aún existe. Que por muchos que se vayan, otros vendrán, o permanecerán. No tengo palabras, lo prometo. Ni para quienes han llegado pisando fuerte, ni para quienes llevan media vida haciéndose cargo de mis días. Así que acabo con un gracias, gracias por confiar en mi misma cuando yo no era capaz de hacerlo, por ser mi motor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario