lunes, 14 de abril de 2014

Love.

Dicen que las cosas pasan cuando menos las esperas, y así es. Llegó cuando creía ser feliz para demostrarme lo que era la verdadera felicidad. Cuando pensaba no necesitar nada más para enseñarme que todo lo que me faltaba era él. Que no se puede acceder, decía, pero un día todo cambia. Reconstruyó mis mil pedazos rompiendo mis esquemas. Y ahora se ve todo de otro color, o desde otra altura. Desde las nubes. Claro que vivía sin él, pero la vida es mucho más bonita de su mano. Lo ha cambiado todo, incluso a mí. Conozco el valor, incluso sonrisas nuevas. Esas que solo me salen cuando está a un centímetro de mí. He aprendido lo que son las mariposas en el estómago, y la luz en sus ojos. Me desconciertan tanto... sus ojos, digo. Y es que me pierdo, puedo pasar horas mirándolos sin pestañear. Pensar en el color exacto y no encontrarlo. Puede que porque me niego a hacerlo, puede que porque me encante vacilar sobre si son de un color exacto o no. Me gusta tanto todo lo que gira a nuestro alrededor. Él. Él y yo. El recorrido de sus manos por mi espalda, o el sabor de sus labios en mi boca. El calor de cada abrazo, su risa con la mía. Suena tan bien, suenan tan bonitas sus carcajadas. Puede que todo se magnifique cuando sientes más de lo que antes habías sentido, pero es tan bonita la sensación de ser especial porque él lo piensa. No cambiaría todo esto por nada , ¿o acaso alguien iría a pie después de aprender a volar? 

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